domingo, 29 de noviembre de 2015

Por la educación personalizada



Estos últimos días he podido escuchar y leer a diversos ‘gurús’. De los que dicen que la escuela en breve será una institución obsoleta, y que hay que preparar a los alumnos para el ‘cambio’ y para el siglo XXI. Un ‘cambio’ que nunca acaban de concretar y que se suele basar en una crítica genérica a una supuesta ‘educación tradicional’ que, a su juicio, se lleva a cabo en las escuelas.

Estas posturas acostumbran a adolecer de una alarmante falta de profundidad y de rigurosidad pedagógica y científica. Se acostumbran a censurar aspectos fundamentales como el silencio, la atención, la lectura, la escritura, las asignaturas, las virtudes, la memoria, el conocimiento… Porque se los ve como elementos de la ‘escuela antigua’.

Creo que esta postura no nos llevará a ningún sitio y, en este contexto, quiero hacer un alegato en favor de la ‘educación personalizada’. El gran reto de hoy en día es volver a situar a la persona en el centro el debate educativo. Tenemos qué tener claro qué queremos y revalorizar la escuela como esa institución fundamental que es entre la familia y la sociedad.

La persona es un ser relacional y ello implica que para llevar a cabo una educación personalizada tiene que haber una relación personal: entre el maestro y el alumno alrededor de un elemento común, el acto educativo, con sus contenidos, su metodología… ¿Tenemos claros los tres elementos y su papel? 

Una pedagogía no puede estar centrada exclusivamente en los intereses del alumno, sino que lo ha de estar en la persona. Muchas de las pedagogías centradas en el alumno acaban cayendo en el constructivismo que acaba significando la negación del realismo: yo me construyo mi realidad, mi verdad… en función de mis intereses.

Por ello, lo primero es tener claro hacia dónde queremos ir. Hará una semana escuché a uno de estos ‘gurús’: Richard Gerver. A pesar de que dijo algunas ideas interesantes sobre la importancia de la ilusión, de la iniciativa… El resto de sus afirmaciones fueron tremendamente superficiales y poco elaboradas.

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